Viendo la multitud, subió al monte [...]. Y abriendo su boca, enseñaba diciendo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados son ustedes cuando por mi causa los vituperen y los persigan, y digan toda clase de mal contra ustedes mintiendo. Gózense y alégrense, porque el galardón de ustedes es grande en los cielos." (Mateo 5:1-12).
"Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan." (Lucas 11:28).
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